"El disco está dedicado a las mujeres –señala la cantadora–. Habrá jotas antiguas, muy antiguas, y también contemporáneas. Desde Paca Aguilera a María Pilar de las Heras y, sobre todo, Pilar Gascón, que quizá sea la cantadora de jota con quien más me identifico. De ella me gusta todo, pero no podía dedicarle un disco entero, así que he tenido que seleccionar. Y el título del CD ‘Las Pilares’, quiere tener un doble sentido. Lo he querido dedicar, tanto a las cantadoras históricas que se llamaban Pilar como a las Pilares que lo son todo en mi vida, como mi madre y mi hermana. Y también a mis pilares personales, la gente que ha estado a mi lado siempre y que significa mucho en mi vida”.
Beatriz Bernad (Mariano García, Heraldo de Aragón)
Sintetizar en una copla una vivencia que emociona, que embarga, que estremece. Condensar en una cuarteta todo un firmamento de sentimientos. Arrancarse con una jota para cantar al amante, pugnar con una rival, dormir a un niño o alabar a la Virgen, lamentar los males propios o hacer chirigota de los ajenos. Beatriz Bernad vierte en sus cantes nuevas formas de expresión de las emociones que le dicta el alma y que la musa pone en métrica de jota. Con su voz pura y natural y su estilo sencillo, próximo, espontáneo, como si cada tonada fuera el primer sonido que se atreve a salir de su garganta y fusionarse en ese sentir común que nos hace pueblo, su cantar hace vibrar de emoción y la propia individualidad se diluye en un ser colectivo, nos identifica con una tradición popular que contextualiza los breves versos de la cuarteta y los convierte en historia completa que cautiva e impregna de conmovedoras sensaciones. Símbolo común de un cantar puro, arte, sentimiento, una concepción diferente de arcaicas melodías. Con Beatriz nace una forma renovada de transmitir los valores populares a través de la jota, que ha de convertirse en espejo para las próximas generaciones de cantadoras.
Alberto Turón
Si la jota fuera como la ópera, Beatriz Bernad sería su María Callas. Las divas, para serlo, precisan cualidades propias de los dioses que las hagan únicas, incomparables e irrepetibles, admirables por el común de los mortales que ven en ellas algo mágico e inalcanzable. Cualidades que, como las de cualquier otra divinidad, sean susceptibles de ser puestas sobre un altar y adoradas, o paseadas en procesión sobre una peana. Cuando Beatriz Bernad sale a un escenario, vestida siempre con indómita elegancia, con esos hermosísimos trajes aragoneses que parecen salidos de los mejores talleres del antiguo Egipto o de la Roma Imperial, y despliega su voz prodigiosa, delicada y poderosa al mismo tiempo, todos entendemos que estamos ante algo sobrenatural, “divino”, que no alcanzamos a comprender, porque es imposible dar con las razones que expliquen cómo alguien pueda cantar así. Por eso Beatriz Bernad es en realidad nuestra María Callas, nuestra particular diva de Lécera. Y todos los días agradecemos a los dioses que una voz como la suya enseñoree el canto de la jota. Y les invocamos para que continúe haciéndolo por muchos años.
José Luis Melero